Soy Camila y no suelo comportarme de esta Manera
En el momento en el qué me llegó su mensaje yo, supuestamente, estaba en otra. Me había propuesto olvidarlo e iba en buen camino, había comenzando a salir con alguien más “realista”, me estaba dedicando más a mis estudios. En fin, mi vida parecía tener rumbo nuevamente. Pero a mi corazón no lo engañan mis magnificas escenificaciones de superación y apenas vi sus palabras en mi celular me sentí invadida nuevamente por el deseo de verlo. A decir verdad, deseo más que de simplemente verlo...
Me dije a mi misma que no le contestaría, porque ya habíamos dejado en claro nuestra situación : tu estás comprometido, tienes una familia maravillosa y 0 tiempo para mí. Yo tengo doce años menos que tú, el resto de mi vida por delante y merezco más de lo que tu me ofreces.Pero al carajo todas las buenas intenciones, le envíe un mensaje nada sutil de “quiero verte” y eso bastó para que el hiciera una trama de cuento y pudiese venir a verme un sábado en la noche. No estaba en mis planes hacer nada. A decir verdad, nada de lo que me pasa últimamente está en mis planes; me sentí débil y asustada porque ya no estaba tan segura de que tanto autocontrol podía tener frente a ésta situación.
Cuando esa noche nos miramos a los ojos después de tanto tiempo, me pregunté qué había en éste hombre que me había hecho perder la cabeza. Nuestras miradas parecen comunicarse, tener lenguaje propio y nuestras almas parecían conocer ese lenguaje como si hubiésemos nacido con él. No tenía sentido continuar mintiéndonos porque, como siempre, contábamos con poco tiempo y nuestras miradas se arreglaron para comunicar el deseo que las palabras no podían expresar. Se acercó y sentí sus labios calientes acariciar los míos, primero muy despacito casi con miedo. Tranquilamente cerró la puerta atrás de él y me tomo la cintura, muy despacio rozando la piel bajo mi top de algodón. Yo ya no podía parar, besaba cada rincón de su boca con todo el erotismo que a mi veintitrés años podían conocer, empezaba a gemir de excitación y sus manos comenzaron a bajar.
De a poquitos me iba volviendo la sangre a la cabeza y le decía que debíamos parar, pero decirlo entre gemidos le restaba a mi voz el tono imperativo necesario para que se tome en cuenta como orden, era más como un susurro : “basta” ; “debemos portarnos bien”… No sé cómo pero en menos de dos encuentros había descifrado la manera perfecta de volverme loca. Cuando acabamos, nos miramos con la ternura que podrían tener los cómplices de un maravilloso crimen . No había nada de malo en lo que estábamos haciendo ¿verdad? Le dije que me aburría horrores, que era un viejito decrépito. Me dijo que no sabía que hacía conmigo, chibola engreída. Risas y nos besábamos de nuevo. Ya andaba el reloj nuevamente, ya exigía la fractura de nuestros cuerpos que por casi dos horas se habían convertido en uno sólo. Otra vez el silencio, el conocía tan bien mi mirada de “¡maldita sea la he cagado! “ que me dijo que se podía quedar un poquito más. “No te preocupes, yo ya sé como es esto” respondí ,fingiendo indiferencia con una sonrisa forzada. Se quiso despedir con un beso, le ofrecí la mejilla. “Ten un lindo fin de semana” agregué.
“Tu también, niña”